1 la loca de gandoca

La Loca de Gandoca
 
Autora: Anacristina Rossi

 Introducción

Hoy, con más frecuencia que nunca, es posible leer los ensayos cortos de esta escritora costarricense, en los diarios nacionales. Su temática es invariable: la defensa de la ecología. Es una enamorada, una apasionada de este tema y de la naturaleza “siempre verde” que Dios ha dado a Costa Rica a manos llenas. Por esa razón, la defiende hasta márgenes inesperados, como ninguna otra escritora lo había hecho hasta el momento.

            Su novela, La Loca de Gandoca, profundiza en lo mismo pero con sesgos todavía más audaces cuando se adentra en la corrupción administrativa, que va unida con la destrucción del medio ambiente. Ese giro que de repente le da a su argumento, convierte a su obra en algo más interesante para el lector, lo atrapa y lo seduce.

            No hay duda entonces, de que Anacristina Rossi es una escritora“de ahora”, de la actualidad, por la conjugación que logra de la realidad, utilizando esos elementos que se han apoderado en gran medida del ser costarricense: la droga, el alcoholismo, la componenda gobierno-empresas privadas, la corrupción flagrante, el amor frustrado y la venta (y destrucción) de las bellezas naturales por parte de extranjeros sin escrúpulos. Y esta es, ni más ni menos, la Costa Rica de inicios del Siglo XXI y Rossi “la retrata” fielmente. Aquí radica su atractivo.

Argumento 

Si pudiésemos sintetizar lo que es La Loca de Gandoca, lo podríamos hacer con un
solo término: amor. Es el amor del personaje central por la Reserva Biológica de Gandoca y por un hombre al que amó ciegamente. Por esos dos cariños, un poco equivocados y generadores de frustraciones casi traumáticas, la gente que conoce a Daniela Zermat –porque así se llama la protagonista-, la tilda de “loca”, un adjetivo (o sustantivo, según sea su uso), muy costarricense, que le endilgan a aquellas personas que aman con pasión y más aún, si aquellos que juzgan creen que esas luchas son fallidas o estériles.

            Daniela Zermat encarna a “la loca”, porque es una mujer tenaz, que no se amilana ni amedrenta ante un gobierno al que le importa únicamente “la inversión extranjera”, sacrificando incluso a la belleza natural del país. Este concepto es más o menos fiel a la realidad actual, de un gobierno que sucede al otro y al que le interesa sólo los dólares o los euros, según sea el caso. Daniela solicita entrevistas con diputados y ministros, hace uso de “influencias” para llegar a esos despachos y acude a ellos sin pena alguna y no decae cuando se burlan, cuando la dejan “plantada…”

            Ante un empleado de la Oficina de Vida Silvestre, nuestra personaje pregunta desafiante: “¿Podría darme una copia de las leyes y decretos que rigen al Refugio Gandoca?” El burócrata tiembla, no le sale correctamente la voz y, luego, después de haberse dado un paseillo por las oficinas, el tipo regresa una vez recobrado la compostura y dice: “Mire, desafortunadamente es esta
oficina no tenemos las leyes”. Es el primer tropiezo que ella sufre de una larga secuencia de obstáculos que la llevarán a un final que el lector ya se había imaginado.

            “Es que antes, el Administrador del Refugio con costos permitía que se construyeran casas y de un tiempo para acá amanecen árboles talados, se levantan hoteles y cabinas sin ton ni son y echan las aguas cloacales y la basura en las playas y ríos.” Explicó Daniela en la misma oficina, resumiendo el desastre que estaban ejecutando en Gandoca. Nuevamente los burócratas salen y entran en una oficina y en otra más, tratando “de respirar mejor” o buscando algún argumento evasivo y después la enfrentan de nuevo, no sin antes burlarse entre ellos de la persistencia de esa “loca”: “Pregunte en la Oficina de Vida Silvestre. Ya le indiqué que en el Departamento Legal no los tenemos”. Contestó el funcionario, refiriéndose a la legislación que modera a los Refugios de Vida Silvestre. Otro le recomienda hacer una carta al Director del Sistema de Parques. La agonía apenas comienza.

            De manera obediente, Daniela escribió al hombre sugerido y cuál sería la sorpresa: “nunca me respondió pero mandó a decirme con otro funcionario: respecto al Refugio Gandoca debe hablar con Sergei Domeniev, tome, aquí tiene el número.” Ella misma describirá en las líneas siguientes de su prosa que aquello, el ir y venir de despacho en despacho “fue una tortura”. Pero, insistimos, aquello apenas comenzaba.

           
Cuando finalmente se entrevistó con Sergei, éste resultó ser un emisario de la verdad, descubrió ante la mujer algo todavía más nefasto que iba a ocurrir en el Corredor Biológico que descansa como un balcón frente al Mar Caribe, en la provincia de Limón. Ella le hablaba de veinte cabinas y de un proyecto por construir otras cuarenta; también le decía de una señora francesa que iba a levantar dieciséis cabinas, un restaurante y una discotheque. Otro canadiense pensaba erigir un hotel de doscientas habitaciones. Todo en la Plaza del Arbol de Uva, Gandoca.

            Pero Sergei es un personaje creado por Anacristina, precisamente para que marque el punto de partida de la lucha que librará Daniela Zermat. Es quien le dice, desplegando unos planos sobre su escritorio; “Eso no es nada comparado con lo que ya se está tramitando aquí.” Cuando la joven dejó de auscultar palmo a palmo los dibujos arquitectónicos, cayó en la cuenta de que lo que había descrito antes, era una insignificancia comparada con el “monstruoso” proyecto de la empresa “Ecodólares S.A.” “Ese proyecto no es un hotel –dijo alarmada Zermat-. Es una urbanización. Mire: sesenta lotes, calles, condominios, un centro comercial, salón de belleza, salón de té, discotecas, hasta salón de patines probablemente. Además noventa bungalows, canchas de tennis, vea… no sé por qué, se me hace que el salón de patines es de hielo. En dos palabras, Miami en el Refugio.” Y Sergei dio al estocada a una traumatizada Daniela: “Ellos
lo han presentado como un hotel.”

            A partir de ese momento, Daniela pensaría solamente en un nombre: “Ecodólares S.A.” Algo o alguien a quien combatir con todas sus ansias, con todo su calor y energías. Aunque ella iría a la guerra en un brioso corcel o a veces andando; mientras sus oponentes lo harían en blindados de combate. Eran italianos, apoyados por un arquitecto e ingenieros costarricenses. Todos con mucho poder económico. “Nadie puede pararlos. Cumplen con todos los requisitos”. Sepultó Sergei a una sombría Daniela.

            Tampoco ella reparó en que aquella lucha sería algo así como “una quijotada”, pelear contra gigantes que en cualquier momento la tirarían por los aires, vencida fácilmente. Sin embargo, la protagonista no veía otras razones que el daño que le harían al ecosistema. Las tortugas verdes que dependen de los repastos babosos, el manglar, las algas, las esponjas, las flores, los lirios, pantanos, los cedros, las orquídeas, los tepezcuintles, osos, manatíes y demás habitantes naturales de Gandoca, se apoderaron de su mente y su corazón.

            Después de estos párrafos, la autora hace una enamorada e idílica descripción de las bellezas del Refugio de Vida Silvestre y a cada línea lo defiende; es humillada, como en la ocasión cuando discute con un visitante que ha tirado seis árboles de uva de mar. Ella le recuerda que es un refugio natural y el individuo le blande el machete en el aire y le responde: “No se meta, vieja loca”. En
acto seguido, levanta una tienda de campaña donde se meten su esposa y dos niños. Para rematar, encienden una fogata.

            Daniela decide continuar con su lucha, cada vez más firme en ello. Escribe una carta al viceministro y le dice que Gandoca es un santuario que debería ser protegido para los costarricenses y la humanidad. Le recuerda al alto funcionario  que el Ministerio estaba violando el artículo 2 de la Ley Forestal; el artículo 18 de la Ley de Vida Silvestre; los artículos 10 y 9 del Decreto de Reglamento del Refugio; y el artículo 1 del Decreto de Creación del Refugio. La respuesta la obtuvo de Ana Luisa, a quien la carta le impresionó y prometió ayudarla en su desigual batalla contra los poderosos. Este personaje femenino que se asoma a la narrativa, era la directora del Programa de Especies en Peligro y será algo parecido al bastión al cual Daniela Zermat se apoyará durante un lapso significativo del argumento.
            Sin caer en exageraciones o metáforas imprecisas, es del todo cierto que La Loca de Gandoca desde que empieza hasta que finaliza, es un largo tema, “un largo viaje” para el lector, de denuncia contra la corrupción administrativa en el gobierno, plegado al sonido del dinero antes que el interés por salvaguardar a la ecología. Daniela Zermat es persistente, incansable, una mujer que corre de puerta en puerta, de cita en cita, de despacho en despacho, con una vehemencia en sus creencias que le hace ganar el calificativo peyorativo de “loca”;
aunque ella está más cuerda y centrada que todos los burócratas del gobierno que visitó y que le mintieron de manera descarada y sórdida; y está más clara que todos lo italianos de la empresa turística “Ecodólares S.A.”

            Además, es una mujer que se entrega apasionadamente a lo que ama, como es el caso de Gandoca; pero en el amor correspondido de hombre a mujer, ella demuestra la misma fuerza. Es cuando dice en referencia a su compañero plagado de vicios, llamado Carlos Manuel: “Te amo con un amor hirviente, desmesurado.” Es la esencia misma de la pasión femenina. No obstante, ese sentimiento enorme es superado por la preocupación. Una y otra vez, Daniela regresa al tema de la destrucción de Gandoca, aún cuando está solas con Carlos Manuel, el Refugio de Vida Silvestre llena el aire, se adueña de la conversación de ambos. 

            La ilusión de Daniela se enciende nuevamente cuando visita a una Embajada que dona dinero para la lucha por la conservación y se entrevista con el diplomático jefe de la delegación; sin embargo, este embajador le hace volver a la realidad en el momento cuando le dice que las presiones económicas y políticas que hay sobre Gandoca, superan a los deseos mismos de esa sede diplomática. “Nos es imposible apoyar su Proyecto de Defensa del Refugio Gandoca –le anunció el diplomático-, porque es justamente uno de esos casos en que los esfuerzos técnicos se verán anulados muy probablemente por presiones políticas. Usted comprenderá nuestra
posición.” Recalcó el embajador. El alma de Daniela se precipitó al suelo, había perdido otra batalla…

            Pero esta no sería su  mayor frustración, su desamor más destructivo, porque descubriría en Carlos Manuel su afición incontrolada por el alcohol: “Estabas espantosamente borracho. Nunca te había visto así.” Le dijo Daniela una vez que lo vio tomando su doceava cerveza. El se quejó amargamente de que ella fueras “tan comedida” para tomar y que no le gustara la vida bohemia. Y para colmo de males, Ana Luisa le contó que en la oficina de Vida Silvestre acababa de darle el visto bueno al proyecto turístico de la empresa “Ecodólares”.

            Logró una entrevista con el Ministro; pero éste se encerró en el argumento de que sólo se trataba de la construcción de “un hotelito” y nó de un complejo enorme, tal y como bien lo sabía Daniela. Para rematar, el alto funcionario le dijo: “Yo voy a aprobar ese pequeño hotel y usted no debe juzgar las decisiones de un Ministro.”
            Negros nubarrones llegaron a colmar el cielo de esta mujer; Carlos Manuel no daba ningún viso positivo, ni leve siquiera. Cansada, derrotada por primera ocasión, le dice a su compañero: “Te digo, Carlos Manuel, que ya no podemos seguir juntos. Mi sueño de amor se cae en pedazos. El hombre de mi vida desaparece. Ante mí tengo a un adicto irritable. A un enfermo que amo desesperadamente con la fuerza y la intensidad del primer día.” También, este hombre hacía uso de sustancias prohibidas
como los alcaloides y había caído en una espiral de violencia contra su pareja, hasta que el inicio del fin comenzó a asomarse en él. Esta es la narración de Daniela: “Yo al principio no me daba cuenta a pesar de los síntomas pues si una no ha estado antes con un adicto, ¿cómo saber? El primer síntoma fue la taquicardia, después el sabor amargo en su boca, luego una sustancia que me dormía la lengua cuando lo besaba.” El insistía en que aquello no era nada. La verdad es que todo lo vivido con Carlos Manuel, había sido una durísima prueba de amor para ella, quien no se separó ni un instante del adicto, ni dejó de luchar por ayudarlo. La paga de esta situación fue la soledad, largas horas esperándolo en las noches: “Puedo fechar el inicio del infierno –apuntó Daniela en su argumento-, como un hormigueo de la sangre, su imposibilidad de regresar a casa temprano, los alcaloides amargándole los besos, el alcohol consumido como agua y después el declive al amanecer: el pantalón sucio, la camisa por fuera, la mirada vidriosa, los hijos avergonzados contra la pared, observándolo, el llanto que empezaba a tintinear por orden de tamaño como cencerros; él arrastrando sus pasos se dirigía al cuarto sin mirarlos, cerraba la puerta con llave”. Afuera quedaba la mujer rodeada por los niños, pensando y sufriendo lo peor: un posible suicidio con el revólver que tenía. Carlos Manuel hacía mucho tiempo atrás había empezado su viaje hacia la muerte y eso lo sabían todos.

            La autora
narra este episodio completo extensamente, quizás para dar mayor escena de dolor al libro; son unas seis páginas con matices oscuros, un paréntesis que abrió en medio de la intensa lucha de Daniela por salvar a Gandoca, para contar este aspecto de su vida privada. Finalmente, le avisan sobre un terrible accidente, es su suegro, el padre de Carlos Manuel, quien asegura que llevan a su hijo a San José, después de haber participado en una fiesta en Puerto Viejo. Había bebido mucho alcohol y al conducir no pudo maniobrar su auto en un puente y se precipitó al río. Se ahogó.

            Más bien, aunque parezca desalmado, su muerte fue una liberación: “empiezo a salir de un pozo frío y negro.” Diría pocos días después Daniela. El sol abrasaba nuevamente su cuerpo y sentía el calor de la vida.

            Anacristina Rossi, sin mucha demora, nos mete nuevamente en la trama de su novela cuando la protagonista se enfrasca en otra agria polémica con la francesa Dominique, quien defendía “su derecho” de construir en Gandoca, sin importarle la naturaleza virgen. Se trataba de dieciséis cabinas, su casa de habitación, un restaurante y una discotheque. No obstante, este parece haber sido el único triunfo obtenido por Daniela cuando desarmó a su contrincante al preguntarle si tenía los permisos del Ministerio de Salud, del Instituto de Turismo, del Instituto de Vivienda y Urbanismo, el de Vida Silvestre… y a todo ello contestó que nó. No los tenía. Solamente el permiso municipal; pero eso
no era suficiente para la extranjera.

            Pero el precio que se debía pagar por toda esta confrontación seguía elevando las acciones, era un precio muy alto y queda demostrado en el instante cuando Ana Luisa la llama por teléfono para decirle que la comunidad del Refugio de Gandoca anda diciendo cosas horribles de Daniela: “borracha, drogadicta” y hasta prostituta que s entretiene con los negros del lugar. “¡Todo el mundo te odia!” Le soltó su amiga al otro lado de la línea telefónica. Le informó además que el Ministro había autorizado la puesta en acción del proyecto de “Ecodólares”. También, la francesa había “regalado” cientos de billetes a las autoridades y le habían permitido construir su miniurbanización; aunque no tenía ningún permiso reglamentario.

            Dominique no había previsto instalar un sistema sanitario; las aguas negras iban a dar al mar; fue cuando Daniela habló con ella y le dijo que debía poner una planta de tratamiento para esas aguas y la respuesta de la europea fue: “Pues no, las plantas de tratamiento son demasiado caras. El gobierno de este país debe mandar un camión para que recoja la mierda de mis tanques sépticos. Así hacen en la Costa Azul de Francia.” En un principio, lo que pareció la única victoria de Daniela Zermat al detener las intenciones de la francesa, se habían cambiado por otro gran fracaso. Ciertamente, la familia de Dominique era inmensamente rica y lo que hacía en Gandoca simplemente era ahorrarse el dinero y
destrozar la naturaleza a su antojo.

            La narración de Anacristina Rossi, utilizando al narrador protagonista, discurre describiendo a la bellísima zona ecológica, el hábitat y el comportamiento de las especies animales, en contraposición con el sonido de los tractores, sierras y palas mecánicas que pronto irían acabando con la vegetación y todo rasgo de ser vivo en varios metros cuadrados alrededor.

            De repente, hace su aparición otro personaje más siniestro que cualquier otro que hubiera aparecido en el texto; de trata del “hombre de los diez bypasses”, funcionario del gobierno, y cuya tarea específica era desacreditar a Daniela entre la población. “Estoy iniciando un movimiento en la comunidad para declararla non grata y sacarla de aquí.” Dijo a los italianos el enviado del Ministerio.

            El cinismo en su máxima expresión se hace presente, cuando el Ministro aconseja, en medio de carcajadas, que los italianos deberán acuñar el concepto –y repetirlo-, de que el hotel de “Ecodólares” es desarrollo sostenible y no mencionar para anda el término “urbanización”. El mismo dignatario se descubrió al decir que la francesa “está haciendo ese desarrollo gracias a mí”. Afirmó el jerarca del gobierno costarricense.
            La conversación se efectuaba en la sede del Ministerio entre el titular y el hombre de los diez bypasses y algunas partes argumentales son éstos: “me quito el sombrero (ante ‘la valiente’ francesa),¡atreverse a construir sin un solo
permiso!” Dijo el segundo personaje. El Ministro le contestó: “Te señalo que hay dos desarrollos más sin permiso. El mundo es de los audaces.” Concluyó. Por supuesto, las cuentas bancarias de ambos se abultaban cada vez más, gracias a estos actos de corrupción que ellos no sólo habían aceptado, sino que los habían propulsado con los extranjeros.

            Aparece Mariana, es otra mujer comprometida con la defensa del Refugio de Vida Silvestre. Es valiente, honesta y muy inteligente. Está armada con una gran cantidad de pruebas sobre las violaciones que se están llevando a cabo por parte de los delincuentes involucrados. Ella piensa presentar una denuncia judicial sobre el caso y pide a Daniela que escriba una especie de memorias o anécdotas sobre lo sufrido en Gandoca, para llevarlas ante los jueces.

            Volvemos a reiterar en este punto que todo el libro de Rossi es una vehemente y saludable condena contra el sistema corrupto, contra una democracia que se mueve solamente por el interés en el dinero, que sus funcionarios de gobierno tienen un precio y no es un precio muy alto… son comprables fácilmente por los extranjeros. En boca de Daniela –que a no dudar es la misma de Anacristina Rossi-, hace “una pirámide de corrupción”, que parte del Ministro (nos imaginamos que es el de Energía y Minas), sigue el Viceministro, los Tribunales Constitucionales, la Oficina Forestal de Limón, los italianos, la francesa, la misma Ana Luisa, quien se empezó a separar poco a
poco de Daniela; e incluye al siniestro hombrecillo de los diez bypasses. Es una nomenclatura de pérfidos, corruptos de gran calado, quienes abusan del poder y venden al país. Ciertamente es una novela que el lector puede pensar que eso no ocurrió nunca. Quizás no propiamente en Gandoca; pero sí ha sucedido en Guanacaste, en la zona selvática de Tortuguero, Turrialba, Sarapiquí y otros sitios donde las gigantescas palas mecánicas han acabado con árboles y ecosistemas de esas zonas. Anacristina Rossi así lo ha confirmado de manera repetida en sus artículos o ensayos en la prensa costarricense… y eso no es novela, como tampoco es novela la corrupción de los políticos.

            Otro diálogo entre Daniela y Mariana, revela que en el Parque Natural Braulio Carrillo, los animales se suicidan literalmente, debido a la destrucción del medio ambiente causado por la explotación minera. Además, señalan que hay cuatrocientas solicitudes de proyectos turísticos, esperando ser resueltos favorablemente en el Despacho del Ministro. La denuncia continúa dentro de la conversación. Veamos: del Parque de Manuel Antonio sacan diariamente veinte toneladas de basura y el lugar recibe millones de metros cúbicos de aguas fecales; en Corcovado, la Reserva de Carara, Tortuguero, Cahuita, en la Reserva Absoluta de Cabo Blanco, existe el peligro real de extinción, de desaparición paulatina. Esta charla está dentro de la novela, en su parte argumental; pero, en verdad, lo expuesto no es novela… es la
realidad de la actual Costa Rica. “Mis hijos me ruegan que por favor no pierda la esperanza. Que me aferre a la esperanza como el graznido del último pájaro.” Confiesa Daniela Zermat.

            Entraba y salía de las dependencias gubernamentales, de los Tribunales; iba y venía y en cada oficina la situación era la misma: entrabamientos, lentitud, falta de cooperación, burlas, burocracia anquilosada y… bolsillos llenos de dinero pagado por los inversionistas. La suerte estaba echada.

            La francesa Dominique contraatacó de manera violenta, solicitó (o exigió), a la Municipalidad, que eliminaran a Daniela; que estaba dispuesta a pagar la cantidad que le pidieran. “Ganas me sobran. Nosotros también la odiamos.” Le contestaron los empleados. Incluso le aconsejaron a la extranjera que usara el vudú. La situación adquiere visos enfermizos cuando Ana Luisa le contesta a Daniela de manera grosera y en las oficinas del Sistema de Parques le responde Margarita, vía teléfono: “Por aquí ni se acerque Daniela, aquí no la queremos. Tuvimos que ayudar a los demás abogados del Ministerio a contestar su calumnioso, injurioso y falaz recurso de amparo. El señor Ministro despedirá al funcionario que hable con usted.” Amenazó la empleada.

            La prepotencia –muy realista por cierto-, de algunos policastros cuando se hacen cargo de los Ministerios , es una verdad sin cortapisas en esta singular democracia costarricense y Anacristina Rossi, conocedora de ello, la estampa
fielmente en el párrafo anteriormente citado. Así mismo, la coacción hecha por el Ministro a sus funcionarios, tenía consecuencias legales que bien se podrían haber aprovechado y demandar a este jerarca, porque ningún patrón puede amenazar, ni mucho menos cortarles la libertad de expresión a sus subalternos, so pena de despedirlos. Sería inmoral, corrupto e inhumano si eso se practicara en alguna dependencia del Estado, tal y como transcribe la autora de esta novela.

            La lucha de Daniela Zermat a lo largo del argumento, semeja a la batalla de don Quijote contra los molinos: los italianos, diputados, concejales y el Ministro, parecen ser “gigantes” ante la famélica figura del Caballero de La Mancha, personificado en esta ocasión por Daniela. Los personeros de “Ecodólares” hablaron de presentar el proyecto de Gandoca al Banco Mundial (BM), al Fondo Monetario Internacional (FMI), al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que, a la postre, podría significar el Premio Nóbel de Economía y el de Ecología para el Presidente de Costa Rica. Aquí, la alusión es indirecta a un mandatario costarricense que ha buscado este tipo de premios para sí. Podemos imaginar sin equivocación de quien nos habla la autora. A esta clase de vanidosos, manipuladores y gente comprable a muy bajo precio, se enfrentaba la activista Zermat. La guerra tenía que perderse inevitablemente.
            La estocada final se la da el asesor del Ministro en el momento en el que explica porqué permite el
gobierno costarricense que se destroce a Gandoca: “Uno de los objetivos del gobierno es asegurarse a largo plazo una entrada estable de divisas…” Cualquier comentario en este caso, sobra…
            Finalizando la narración, Daniela describe como encontró a varios hombres filmando con cámaras de cine; se acercó a ellos y les preguntó si iban a filmar una película y le respondieron amablemente : “No, ninguna película. Somos representantes de la compañía italoespañola Bronceados de Oro. Traemos el progreso. Vamos a hacer aquí un hotel de siete estrellas, tres campos de golf y tres mil habitaciones. Para empezar.”
            El enemigo era inconmensurablemente grande, de proporciones casi mitológicas… y Daniela cayó rendida. Sus amigos le incitaron a escribir sus memorias, sus batallas fallidas que, con el paso de los días, con la ayuda de una pluma y el papel, irían tomando la forma de una voluminosa denuncia: contra el sistema, el poder del dinero, los enemigos de la naturaleza y contra los que desprecian las maravillas que Dios ha dado al hombre. Porque los corruptos mueren; pero los libros son eternos.

 Conclusión

           Con este libro-documento, Anacristina Rossi puso “el dedo en la llaga” en un país que en los últimos años se ha abierto a la inversión extranjera, especialmente de los consorcios y a los grandes capitales. Algunas veces, los proyectos turísticos que se construyen en playas y selvas, cumplen con todos los requisitos y el gobierno que ha otorgado las
concesiones, lo ha hecho todo en regla. Sin embargo, otras empresas –principalmente españolas-, de hotelería, han destruido el ecosistema para edificar los enormes edificios. A éstos, la autora los acusa, los emplaza y los incomoda.
            Esta obra literaria de denuncia es propia de nuestro tiempo, es moderna, es un retrato fiel de la Costa Rica actual y conjuga varios elementos que combinan perfectamente entre ellos: los corruptos en la administración pública, los empresarios millonarios corruptores y la mujer idealista y luchadora, que sabe que “su guerra abierta” no verá la victoria a aún así, sigue luchando con tenacidad. Al final, su trofeo será la denuncia por la denuncia, el documento escrito que quiere hacer conciencia a esta generación y a las siguientes.
            Anacristina Rossi sabe (lo sabía por anticipado), que ningún burócrata del Estado le iba a hacer caso, que su libro, difícilmente, sería llevado a la pantalla de cine; pero lo ha escrito porque tenía la esperanza de que todo se revirtiera, que cambiara a su favor, tal y como ha ocurrido en los colegios que lo han puesto como material de estudio y trabajo. Esto ya es un paso importante.
            Su “grito” se ha producido cuando Costa Rica todavía tiene zonas verdes y quizás vaya a ser un acto recriminatorio cuando el país sea un desierto, de acuerdo al derrotero que lleva la destrucción del medio ambiente. Vale la pena ser eco de sus argumentos, ahora que todavía estamos a tiempo.